lunes, 22 de enero de 2018

La soledad de comprar en la China virtual

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Tienen los chinos un mercado global de proporciones inconmensurables.
Tienen casi todo lo que necesitamos, sean cuales sean nuestros intereses, a precios que podemos pagar. De hecho, en lo que respecta a nuestras necesidades profesionales, hemos de pasar por ellos necesariamente en mayor o menor medida, porque si no fabrican por completo la herramienta que andemos buscando, suyos son el ochenta por cien de los componentes que la integran.

Además -insisto-, sus precios no tienen competencia. Ya puedes darle vueltas y más vueltas a Internet: si necesitas ajustarte a un presupuesto además de a unas necesidades, acabarás comprando en una de sus incontables tiendas virtuales.

La calidad del producto, por otra parte, que en los asuntos del consumo domestico sigue dejando mucho que desear, suele ser más que aceptable en lo tocante a las herramientas profesionales.

Tienen, en otras palabras, una relación calidad/precio con la que es prácticamente imposible competir.
Las razones de tan ventajosas condiciones son por todos conocidas y, por mucho que nos incomoden, no frenan al consumidor que busca, sea por cuestiones domésticas o profesionales, la satisfacción de sus necesidades.
Necesitas tal cosa y la encuentras a un precio que no puede ofrecerte la tienda de la esquina, ni un fabricante local. Compramos en la tienda de la esquina o al fabricante local -eso sí-, cuando necesitamos tener el producto rápidamente en nuestras manos; porque lo que sí tenemos claro es que el suministro desde cualquier tienda asiática es lento. El hecho de que no te cobren portes influye en el bajo costo del producto y, por otra parte, todos tenemos claro que aún pagando por una entrega más corta, los plazos seguirían siendo largos.

La demora en la entrega ronda el mes y a veces lo sobrepasa.
Tampoco es extraño que el paquete sencillamente se pierda, y tengamos que bregar con reclamaciones, devoluciones, reenvíos, abonos...
En fin, hemos asumido que comprar barato tiene esas servidumbres.

Pero hay otra cuestión que es preciso tener muy en cuenta, sobre todo en las compras profesionales: el absoluto y generalizado autismo que demuestran las tiendas asiáticas -fundamentalmente las chinas- en todo lo relacionado con la pre-venta y la posventa.
Es una deficiencia, una enfermedad me atrevería a decir, que afecta a la totalidad de los vendedores chinos, por muy notorios que sean.
Desde el más conocido al más desconocido, los vendedores asiáticos -fundamentalmente, repito, los chinos- lo que saben es vender, fabricar y vender con precios muy competitivos; pero parecen estar funcionalmente incapacitados cualquier relación previa o posterior a la venta.
Sea cual sea el producto deseado, no obtendremos más información de él que la que figure en las escuetas especificaciones de la página virtual y, una vez efectuado el pago y recibido el pedido, no podremos concretar más detalles que su devolución si no nos satisface pasando, en este último caso, por los renqueos previsibles antes descritos.

No espere usted aclaraciones previas ni explicaciones posteriores, porque no las habrá. Si con lo que lea en el escaparate virtual no tiene bastante, no compre.
Si prevé algún tipo de duda y espera algún tipo de soporte posventa, no compre.
Ah, y olvídese de cualquier contacto con el fabricante. Usted sólo tratará con el vendedor. Punto. Y si el comportamiento del vendedor puede parecerle como afectado por un trastorno «que afecta a la comunicación social, caracterizado por patrones de comportamiento restringidos, repetitivos y estereotipados», para el del fabricante no encontrará definición ni calificativo, en caso más que improbable de que reciba siquiera una contestación.

Si usted compra en una tienda china, en una de esas ultra-enredadas madejas comerciales con precios muy competitivos y calidades muy desiguales, en las que se mezclan fabricantes y distribuidores en un totum revolutum, en el que nadie es lo que parece ni quiere serlo... Si decide usted entrar en ese revoltijo en busca de un producto que satisfaga sus necesidades y se ajuste a su presupuesto: hágalo con la determinación de valerse por sí mismo y mentalícese de la necesidad de conocer el producto mejor que su inaccesible fabricante.
Porque si tiene alguna duda previa y -sobre todo- posterior a la venta, sólo encontrará más de mil millones de silencios.

¿Le estoy diciendo que no compre en tiendas chinas? En absoluto. En muchos casos, de hecho, no hay otra solución.
Compre lo que necesite. Pero hágalo a sabiendas de lo que implica, para bien y para mal.
El conocimiento es lo que nos hace libres.

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